lunes, 19 de febrero de 2018

LA PIEL DE LOS HIMNOS


El jabón es una necesidad, no un estilo de vida. Es imprescindible en las pieles humanas que sudan. No tanto en la piel de los enseres domésticos y los suelos de las casas. Yo, pocas veces paso la fregona en la epidermis de las baldosas y la tez barnizada de los muebles. Tendríais que ver la mesa de mi comedor… Como ahí, prácticamente, no hago la vida, en ella puedo escribir poemas con el dedo, igual que en el cristal trasero de mi Seat Córdoba. ¡Madre mía, qué bien lo conservo! Nadie diría que es un vehículo antiguo. En realidad es un coche maravilloso, una reliquia del pasado expuesta todos los días en la calle, junto al estanque de los patos. Su piel es de un gris platino que, cuando se ensucia por las capas de tiempo, permite a la gente soñadora escribir cosas y hacer dibujos obscenos. Dales una explanada de polvo y te garabatearán un mundo sucio y perecedero. Igual que yo lo hago en las polvaredas de mi casa, pues en ellas fantaseo, escribo ocurrencias y esbozo personajes mientras silbo alegre un himno fantástico al que nadie ha sabido ponerle letra.

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