martes, 27 de febrero de 2018

BUENOS CRIADOS


A las personas que mueren y son reanimadas por algún tipo de brujería las llamamos zombis; cadáveres que han vuelto a la vida, muertos vivientes. Algunos, incomprensiblemente, lejos de considerarse cuerpos sin alma, se esfuerzan en formar parte de las familias. Esa cercanía que despiertan en nosotros puede que también se deba a algún tipo de magia. Lo cierto es que las historias que se cuentan a través de la cultura popular han extendido creencias exageradas y fantasmagóricas al respecto. El argumento que yo postulo, por mi experiencia, es que son humanos normales, algo pestilentes, pero con las mismas propiedades físicas que tenemos nosotros. Sus estados mentales –eso sí lo corroboro– no presentan conciencia, ni sensación de dolor ni empatía. Sin embargo, en las casas, funcionan muy bien como sirvientes; pueden amaestrarse como autómatas capaces de realizar las tareas domésticas. Obedecen en todo, incluso, si se les pide, pueden asearse diariamente para anular su hedor mortecino. Yo los recomiendo en cualquier hogar; no encontraréis mucha diferencia con algunos humanos desanimados que han perdido la voluntad y la capacidad de amar.

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