Entro en tu casa y adopto todas las formas. Ahora que fumas soy el
cenicero y también el cigarrillo. Soy el humo que tragas con ansia. Me centro
en eso. Recorro tu laringe y la araño para provocarte una tos fea. Llego a tus
pulmones; están negros, carbonizados, invadidos por larvas de nicotina. Las
aniquilo y dejo tu aparato respiratorio limpio, bien sano. Deseo que inhales el
aire y notes la diferencia. ¡Qué bien!, ¿verdad? Luego, cuando sientes en ti el
milagro, adopto la forma de un alfiler y agujereo insistentemente tus órganos
para que mueras de una hemorragia interna.
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