martes, 22 de noviembre de 2016

EN MALA HORA

El atardecer desde mi ventana a las seis y treinta era de una blancura que hipnotizaba. Tres minutos después, ese festín de nubes fue invadido por una apariencia humana: un señor completamente desnudo que batía los brazos como un pájaro, planeando y realizando piruetas increíbles en el aire. A las seis y cuarenta, se dejó caer en picado a fin de zambullirse en el agua para atrapar un pez. Estuvo un rato sumergido; y a eso de las seis y cuarenta y cinco, su cuerpo apareció flotando en la superficie, con los brazos extendidos y panza arriba, haciendo el muerto.

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