viernes, 30 de septiembre de 2016

NO SÉ NADA

Desde mi casa escucho el canto exaltado de una gallina. Es Nico, mi primo, un niño de siete años que imita a la perfección el cacareo de estas aves repelentes. Sus padres, mis tíos, me lo dejan una hora al día para que le ayude con las matemáticas. No hacemos nada. Él no se concentra, solo piensa en cacarear y salir a jugar, y yo estoy tan lejos de mí mismo que el atontamiento se instala en mi cabeza, y siento que no sé nada. Nada. Incluso ahora que estoy tranquilo; viendo llover y considerando los ladridos de un perro. 



domingo, 18 de septiembre de 2016

UN SUSTO DE MUERTE

Un matrimonio mal avenido tenía la casa dividida en dos partes. Una zona tenebrosa dominada por la oscuridad y los avatares y otra bien iluminada y diáfana donde reinaba la paz. Lucia, perversa por naturaleza, prefería la zona lóbrega para sentir la tensión. En cambio Teodoro, un bonachón con horchata en las venas, se sentía emocionalmente más equilibrado en el espacio donde no había alteraciones. La noche que decidieron arreglar lo suyo acostándose en una zona intermedia de la casa, un señor alto, con barba y de semblante venerable, salió de debajo de su cama provocándoles un susto de muerte.

viernes, 16 de septiembre de 2016

UN MAL DÍA

Estuve muerto un ratito en un lugar que no era humano. No era ni sitio. Solo se apreciaba un tenue brillo que acentuaba la nada. «Ahora me recibirán los seres de luz», pensé; aunque yo ni me notaba. Solo oía exánimes pulsaciones. Tal vez estaba durmiendo plácidamente, desgastando mis sueños en una siesta de ronquidos y babas. Anhelaba encontrar un cielo inventado, unos brazos de bruma que me acogieran y un largo trampolín por el que tomar carrerilla para saltar al infinito. Pero me desperté estremecido, arrojando viscosidades azuladas por la boca, con un envase de raticida en la mano.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

MARTES Y 13

Oculto en las entrañas de un camión pienso que este país debería ser juzgado por cómo trata a los locos y no a los cuerdos. No sé bien qué hago aquí. Intuyo que escapo de mí mismo. Nunca he tenido enemigos, y si los tuviera serían peligros superficiales, mínimos. Deberíamos temer aquello que amenaza nuestras almas; lo tóxico que nos consume por dentro. En mi caso es una voz que nunca calla y se inventa miedos con una facilidad pasmosa. Espero ver la luz al final del túnel o que este vehículo me lleve al manicomio o a la morgue.