viernes, 8 de julio de 2016

VERANOS

Un muchacho bebe con los ojos cerrados del caño de la fuente, como quien da un beso henchido de sueños. Al fondo, un paisaje idílico: un castillo templario, la playa y un sol inmenso que brilla en el cielo barrido. La frescura del agua ilumina su rostro y calma su sed. Se marcha satisfecho, de una correndilla, pues sus amigos le esperan para seguir jugando a vóley. Ahora es mi turno. Me huelen las manos a sardina. Y, aunque me las lave, es difícil que desaparezca el olor a pescado que tanto confunde a las turistas que todos los años acaricio.  


Relato finalista en Wonderland el 19/11/2016

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