viernes, 29 de julio de 2016

EL ENCUENTRO

Estábamos completamente a oscuras en la habitación de un hotel. Mi tacto me transmitió la interpretación de su figura. Así vi la forma de sus pechos, la curva de sus caderas, la redondez imprecisa de sus nalgas y un sexo demasiado velludo. Oí su respiración agitaba. Sus manos también me vieron de ese modo, a ciegas, palpando mi cuerpo imperfecto. Nuestra cara era horrenda, fea; un espectáculo para cualquiera que nos viera juntos. Pero eso ya lo sabíamos. Ella siguió acariciándome y se encontró con un abultado llavero repleto de llaves que colgaba de uno de los pasadores de mis vaqueros. Lo hizo sonar como un sonajero. Nos reímos un buen rato, como niños. Luego me bajó los pantalones.  

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