viernes, 6 de mayo de 2016

PUBERTAD

Empezó el día mirándose al espejo y diciendo en voz alta:
–¡Dios mío! ¿Cuánto tiempo he de aguantar esto?
Llevaba meses afeitándose con sumo cuidado. Su rostro estaba plagado de pequeños forúnculos maduros. Se repugnaba; se veía horrible, deforme. Su semblante era lo más parecido a un accidente rocoso plagado de minas explosivas, y sentía tanta lástima de sí mismo que le costaba respirar; no encajaba en la estética de este mundo. Sus pupilas apagadas se lo dejaron claro: hoy era el día. Cogió la maquinilla y, sin temblarle el pulso, pasó rasante la afilada hoja por sus granos infectados.

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