domingo, 8 de mayo de 2016

LA TRAMONTANA

Los días que arrecia la tramontana salgo de casa con el diablo metido en el cuerpo, con ganas de buscar pelea. Miro a la gente con rabia; predispuesto a levantar la mano a cualquiera. En el metro, cogidos de la barra, están los peores; los que marcan músculo y se creen superiores. Esos me ponen enfermo. Les daría una somanta de palos, a diestro y siniestro, con la mano bien abierta, ¡¡placa-placa!!, hasta dejarlos girados. Los remataría con mi puño, desplomándolo sobre su cabeza de chorlito, de arriba abajo, a lo Bud Spencer. Y todo por culpa del dichoso viento.

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