jueves, 24 de marzo de 2016

LA BARBERÍA DEL TIEMPO

Para el señor de pelo pobre, la barbería del barrio era un lugar de introspección. Antes de ser atendido, se examinaba las manos, restallaba sus dedos y descubría algunas manchitas marrones que no tenía; balanceaba las piernas, se palpaba la redondez de sus rodillas y notaba cómo todo le crujía; también se escuchaba por dentro. Cuando llegaba su turno, se sentaba en el sillón del barbero y miraba con atención su pálido rostro reflejado en el gran espejo. Se veía arrugado, gastado, como de yeso, haciéndose carantoñas y ridículas burlas de niño, para alentarse, para aceptar el paso del tiempo. 

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