martes, 2 de febrero de 2016

JUEGO DE SILLAS

   
    La espesura de la selva comenzó a asfixiarnos lentamente, como un oso amaestrado que no controla su fuerza al abrazar a su cuidador. También lo hizo la bruma, que a jirones fue estrangulándonos y elevando nuestros cuerpos a dos palmos del suelo.
    Un ritmo tribal empezó a sonar.
    ¡¡Pum-pum, pum-pum!!
  Nos vimos sometidos al capricho de algún oscuro encantamiento, girando como un tiovivo humano al son de aquellos golpes primitivos.
    ¡¡Pum-pum, pum-pum, pum-pum!!
    Algunos se quedaron flácidos como muñecos de felpa; adormilados, y con un semblante relajado. La gasa de niebla ahogaba mí garganta como una soga, conduciendo mi conciencia a la escena de un sueño apacible donde todo también giraba y giraba; pero era en un jardín lleno de niños, en la antigua casa de campo de mis padres, alrededor de unas sillas con respaldo verde y al compás de una música animada que a intervalos paraba.

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