lunes, 29 de febrero de 2016

UN DÍA DE SUERTE

     
    Una de las mayores alegrías es cuando, sin esperarlo, te encuentras dinero en el bolsillo de alguna prenda olvidada. «Eso sí que da la felicidad», diría mi padre; o que broten billetes de las ramas de los árboles...
     En casa no he dicho nada, pero el otro día experimenté una sensación similar, pues me encontré ochenta euros al bajar del coche. Fue en la calle donde suelo aparcar, junto al estanque, en la parte baja del bordillo. Me agaché disimulando y, como quien se ata los cordones de los zapatos, recogí unos papelillos azules bien plegaditos. Eran cuatro billetes de veinte euros; más de lo que podía ganar trabajando en un día.
     Un remordimiento hizo que me sintiera ladrón, sucio; pues alguien había perdido la pasta y yo iba a aprovecharme de su desdicha. En eso era como mi madre: un tontaina idealista que se sentía mal con todo aquello que no fuera merecido. Mi padre, en cambio, no se lo habría pensado dos veces.
     En fin, que la suerte me había sonreído; tan solo debía aceptarla. Al fin y al cabo, era lo suyo. Pero a mí no me resultó tan fácil. Al final hice lo que me dictó la conciencia: recogí únicamente dos de los billetes; dejé los otros dos en el suelo y, sin perder de vista los cuarenta euros dispuestos en medio de la acera, fui a tomarme una caña en un bar próximo; pendiente de la persona que cayera en ese estupendo señuelo. Pues, en tiempos de crisis, contemplar la felicidad del prójimo no tenía precio.

viernes, 26 de febrero de 2016

PROCESO DE EVAPORACIÓN

–¿Esto?... No es obesidad. Soy todo agua ¿No os dais cuenta?  –exclamaba don Manuel a sus nietos palmoteándose su colosal barriga–. Soy puro y etéreo como la luz del sol…
Los chiquillos observaban sus aspavientos y seguían escuchándolo atentos. 
–Ahora me veis, ¿verdad?... pues aprovechad, aprovechad que me tenéis –les decía en tono condescendiente–. Debéis saber que los días calurosos como este, con la evaporación, el vapor de agua que desprendo al condensarme me transforma en nube, y por ese mágico proceso, cuando reaparezco, lo hago en forma de lluvia, nieve, niebla o rocío. Así que… aprovechad, aprovechad. 

TE CUENTO

En principio, lamer un sapo no es nada agradable. No es como lamer un helado. Pero si en el laboratorio donde trabajas estás rodeada de estos anfibios porque investigas con ellos, alguna vez te ves tentada (como ha sido mi caso) en ir más allá y barajar otras opciones que no sean sacar las típicas muestras de ADN y otras mandangas de índole científica. Desde hace unos días, además de lametones, también acaricio sus cuerpos rechonchos y doy besos a sus gruesas pieles verrugosas; sin esperar resultados ni transformaciones ni nada. Solo por probar. Hace demasiado tiempo que vivo sola.


Relato finalista en Wonderland el 19/03/2016 
El relato ganador fue el de Belén Sáenz. También estuvieron entre los finalistas Arantza Portabales; Paloma Hidalgo; Estibaliz Dilla y Rafael Olivares.

sábado, 20 de febrero de 2016

LA PRINCESA

Cuando Rebeca se incorporó al grupo de amigos, se adivinaba que nuestro círculo tendría las horas contadas. La aceptamos porque era la novia del Juanqui, nuestro amigo; pero vaya tipa engreída. «Sois nauseabundos», nos soltó el día que vino al bar de almuerzos donde siempre íbamos. Al fin y al cabo, entendimos que quisiera conocer a toda la pandilla. Pero no se adaptó, ni entendió nuestros códigos. Y solo porque eructamos tras la comilona y provocamos que sonara largo, se levantó molesta de la mesa y miró al pobre Juanqui, severa, como diciendo: «O yo o esta piara de cerdos».  

viernes, 19 de febrero de 2016

LA SORPRESA

Susi Gómez se dispuso a limpiar la habitación número 22 del Hotel Olimpia en el que trabajaba de asistenta hacía un par de años. Empezó por las camas. Había dos; y eso ya le pareció extraño. Se percató de que todo se repetía por duplicado. Había dos lámparas colgadas del techo, dos mesas, dos retretes, dos duchas, dos tostadoras, dos televisores…incluso un par de periódicos fechados igual. Llamaron a la puerta. «Servicio de habitaciones», exclamaron a dúo. La abrió. Frente a ella, una pareja de mozos bien plantados, clavados, totalmente desnudos, sujetando sendas rosas y, por cierto, muy bien dotados. 

miércoles, 17 de febrero de 2016

RAJA DE LA SUERTE

Genaro «el boinas», un jubilado corpulento y desaliñado, estaba sentado sobre un taburete frente a la máquina tragaperras, sorbía su cazalla y despilfarraba su dinero. Lo insertaba con recelo; y, cada vez que estiraba su brazo hacia la ranura, su ceñido jersey de franela descubría el inicio blanquecino de su trasero: una «hucha» dejada que me llevaba a pensar en lo funesto de la vida. Mi imaginación juguetona también se interponía, y me proyectaba tras él, introduciéndole una moneda invisible en esa basta abertura, y le accionaba el brazo hacia abajo; por si daba «avances», por si cambiaba mi fortuna.

lunes, 15 de febrero de 2016

NUESTRO HEMICICLO

Visionar los plenos del pueblo por la televisión local se había convertido en una actividad estupenda para reunirnos. Comprábamos pizzas y mucha cerveza, y como si de un derbi futbolístico se tratara nos arrellanábamos en el sofá para debatir entre nosotros los temas que se trataban. La última vez, al cabo de tres horas de encarnizado debate, nos mostramos indignados al interpretar en las palabras de un concejal que algunos trabajos se daban a dedo; por lo que “Carachivo” y “El pecas”, enganchados del cuello y bastante mamados, se bajaron los pantalones apuntando al monitor para dar luz al asunto. 

domingo, 14 de febrero de 2016

EFECTOS SECUNDARIOS

     En un momento, viendo el telediario de la noche, me zampé todo el bote de banderillas; una después de otra, como quien come pipas.
     Su sabor avinagrado torció mi boca y se enganchó en mi gaznate como un punzante narcótico; me elevó a las nubes. Un júbilo loco me chispeó la médula, los costados, y no pude parar de reír, de llorar…Pasaba de la carcajada más impetuosa a la pena más triste. Sentía como feroces hormigas me mordían la lengua sobre los temblores de una estrella lejana, junto a moscas gigantes que surfeaban en un mar de cristales. Un sol incandescente me calentaba la espalda y me fundía como una loncha de queso dispuesta sobre un bocata de lomo hecho a la plancha. ¡Uff, qué apetito! Oí una voz; un murmullo lascivo que me comía la oreja: «Abre los ojos atontado», me gritaba, «¿cómo no te fijas en los pechos de la guapa presentadora?». Los abrí; espabilándome poco a poco ante la exuberancia voluptuosa de aquella diosa que me hablaba. Me decía: ¡cómeme!, ¡cómeme! Y sí, estaba hambriento, con ganas de algo dulce; de fruta; de jugosas peras, de naranjas, de melones…de lo que fuera, de algo que me saciara.  

jueves, 11 de febrero de 2016

CLASES

–¿Por dónde demonios has respirado hoy? –interpeló una madre a su hijo al llegar a casa–. Sabes que no debes hacerlo en cualquier sitio, que si no eliges bien los lugares puede afectarte como una alergia y después te salen ronchas muy feas en la piel. Espero que no hayas vuelto a inhalar el ambiente de esas zonas residenciales donde viven tus nuevos amigos, y no hayas entrado en sus lujosas mansiones. Eso no lo has hecho, ¿verdad?... Si luego te entran náuseas y te duele la cabeza no me vengas con chácharas y que no te lo advertí. 

martes, 9 de febrero de 2016

SUCESIÓN AUDITIVA

Cada año, de mi oído podía sacarse un mazacote de cerumen digno de ver. Lo conseguía introduciendo agua tibia a presión por medio de una pera de irrigación. Lo sorprendente fue la última vez, pues el tapón que extraje de mi oído izquierdo tenía un aspecto poco común. Lo palpé y lo limpié con un trapo. Comprobé que era un pequeño pabellón auricular, una orejita cartilaginosa que vibraba sobre la palma de mi mano como juguete de cuerda. Lo incliné sobre la pila del baño y le inyecté una lavativa. Su agitación fue cediendo, y al final asomó algo encanijado.  

lunes, 8 de febrero de 2016

TAL PARA CUAL

     Para que las parejas perduren deben darse una serie de «no sé qués» determinantes que conviertan «lo normal» del inicio en algo «excepcional» con el paso del tiempo. Así lo creemos mi esposa y yo; aunque nuestra primera cita es preferible olvidarla.
     A Marta la conocí hace quince años en el Mercadona de mi barrio; nuestro «Templo». El destino quiso que nuestros carros colisionaran; ambos repletos de bollería industrial, mira qué coincidencia. La escaneé de arriba abajo. Era corpulenta (como ahora), con el cabello recogido en un pirri, de ojazos verdes que quitaban el hipo y embutida en un llamativo chándal naranja que me llevó a compararla con una bombona de butano. Yo era igual; gordísimo (tampoco he cambiado), un mamut de dos patas; sin cuello, de culo hundido y capaz de girar como una peonza al paladear tocinito de cielo.
     Hicimos ademán por disculparnos, y en ese tímido gesto surgió ese «no sé qué» del que os hablo. Coincidimos más veces; incluso intercambiamos impresiones. «Yo soy más de Nesquik que de Colacao», me declaró un día de repente. Conectamos. Y descubrí que bebía del gollete, como yo, que roía hasta la última piltrafa de los huesos y que le encantaban las palomitas. La invité al cine. Fue nuestra primera cita formal. Elegimos una bélica; «Salvad al soldado Ryan». Era muy ruidosa; sobre todo la parte del desembarco de las tropas. Sonó una sirena incesante que confundimos con los estallidos y las ráfagas del combate; y resultó ser una alarma real, un aviso de bomba en la sala. La gente saltó de sus asientos y corrió asustada hacía la salida. Nosotros quisimos, pero no pudimos. Quedamos retenidos entre los reposabrazos, sin poder liberarnos de la estrechez de aquellas butacas rojas. 

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domingo, 7 de febrero de 2016

VOLUNTADES

Cuando la señora Eulalia empezó a descansar de los años trabajados y a disfrutar del tiempo de ocio con su marido, sintió que le llegaba su hora. La aceptó con fortaleza, resignándose a la enfermedad que le sobrevino. Pero dejó claras varias cuestiones que debían cumplirse a rajatabla. Una de ellas era la fotografía que debía colocarse en el nicho donde sería sepultada; otra, las flores que debían engalanar su tumba en el camposanto; y, la más importante, los tres elegantes trajes, ya escogidos, con los que su esposo y sus dos hijos debían enlutarse el día de su entierro. 

jueves, 4 de febrero de 2016

EL NÁUFRAGO

En una recóndita isla del Pacífico, si tirabas un puñado de termitas blancas al agua, éstas se agrupaban como piezas de Lego y formaban una especie de balsa flotante. Podías subirte a la embarcación dejando que tu destino estuviera a merced de esa masa compacta de insectos isópteros o quedarte en la playa contemplando como las olas bordaban puntillas blancas sobre la arena. El náufrago eligió salir de allí con la única alternativa considerable, y llegó a una isla de idénticas características donde desgraciadamente tuvo que plantearse la misma peripecia para sobrevivir; aunque esta vez estaba casi en los huesos. 

martes, 2 de febrero de 2016

JUEGO DE SILLAS

   
    La espesura de la selva comenzó a asfixiarnos lentamente, como un oso amaestrado que no controla su fuerza al abrazar a su cuidador. También lo hizo la bruma, que a jirones fue estrangulándonos y elevando nuestros cuerpos a dos palmos del suelo.
    Un ritmo tribal empezó a sonar.
    ¡¡Pum-pum, pum-pum!!
  Nos vimos sometidos al capricho de algún oscuro encantamiento, girando como un tiovivo humano al son de aquellos golpes primitivos.
    ¡¡Pum-pum, pum-pum, pum-pum!!
    Algunos se quedaron flácidos como muñecos de felpa; adormilados, y con un semblante relajado. La gasa de niebla ahogaba mí garganta como una soga, conduciendo mi conciencia a la escena de un sueño apacible donde todo también giraba y giraba; pero era en un jardín lleno de niños, en la antigua casa de campo de mis padres, alrededor de unas sillas con respaldo verde y al compás de una música animada que a intervalos paraba.