lunes, 2 de noviembre de 2015

UN DÍA TRISTE

El Día de Todos los Santos me rompo las costillas de la manera más inesperada: inclinándome al dejar unas bonitas flores en la lápida de mí añorada esposa. Intento desengancharme de esa incomprensible e incómoda posición que me retuerce el costado y, ante el esfuerzo por destrabarme, solo consigo romperme aún más por dentro. El aroma de las rosas me hace estornudar y desencadena un dominó de crujidos devastadores, una oleada caliente que golpea mis vértebras, mis pulmones, mi respiración lejana; y siento como los huesos encorvados de mi frágil armazón se vuelven polvo apresuradamente y desabrigan mi desconsolado corazón.

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