lunes, 30 de noviembre de 2015

HAY SEÑALES

Cuando me encontré a Doña Carmen y me preguntó cómo llevaba el resfriado, sabía que en realidad me estaba preguntando por mi estado de ánimo tras la muerte de Sara. Tenía esos códigos sutiles para no parecer impertinente. A modo de respuesta, le señalé un sarpullido inflamado que me había salido en el brazo para que dedujera así mí situación. Como había una oleada de catarros, creí oportuno preguntarle también por esa tos seca e intermitente que alguna vez sufría. «Ese resfriado no cesa nunca», me susurró. Y, a escondidas, levantó un poco su jersey para enseñarme algunas ronchas moradas.


Relato ganador en Wonderland el 12/12/2015 
Entre los finalistas estuvieron "El impostor", de Rafa Olivares; "Escrito está", de Ángel Sainz; "Jura de Bandera", de Gabriel Pérez; "Marató", de Joaquim Bohigas
"Perro fiel", de Nicolas Jarque
 Clica AQUÍ para leer sus micros. 


Dando en el enlace podréis escuchar el relato y, además, conocer los comentarios que Jordi Muñoz hace sobre él. 
http://blog.rtve.es/files/lart-descriure-19-desembre.mp3

jueves, 19 de noviembre de 2015

EL POSTRE

Mamá dio una cucharada a uno de esos yogures con trocitos de fruta y la regurgitó sobre la mesa.
–¡Un día de estos acabarán con nosotros! –exclamó–. Se supone que debería encontrarme pedacitos de cereza.
Nos quedamos observando el cuerpo extraño que había expulsado mientras lo tocaba escrupulosamente con su dedo índice.
–¿Qué es eso? ­–preguntamos mi padre y yo con cara de asco.
Mi madre se acercó el envase para leer la composición del producto.
–Leche, cereza, almidón, pectina, antocianinas, fermentos, conservantes, edulcorantes... Hay más cosas, pero yo diría que han sustituido la fruta por pieles de bacalao. 

viernes, 13 de noviembre de 2015

LA ILUSIÓN

Podía pasarme horas observando los contornos difuminados de aquella misteriosa mujer. La combinación de la perspectiva aérea del fondo y la delicada ejecución técnica, conseguían que me sumergiera en una sensación de tridimensionalidad y profundidad; además, su enigmática sonrisa parecía cobrar vida. Aquella tarde, envuelto en la cálida iluminación de la sala y absorto en la niebla de colores que se desvanecían en el lienzo, llegué a percatarme de que la bella mujer retratada poseía un tic en su ojo derecho. Sus reiteradas contracciones provocaron algo parecido en mis labios; y así, mediante guiños y tímidos besos, empezó lo nuestro. 

lunes, 9 de noviembre de 2015

DE ROJO A VERDE

Afectado por las voces que se manifestaban en mi interior, sentí como el vértigo se adueñaba de mis ojos y lo ponzoñoso se entretejía en mis entrañas mientras conducía mi viejo Seat Cordoba. Abrí la ventanilla para que me diera el aire; me mareaba. Un deportivo descapotable se pegó a mi coche cuando nos detuvimos en el semáforo. Su conductor hizo rugir varias veces el motor para provocar una ridícula carrera y su desquiciado copiloto invadió mi espacio zarandeándome. Esperaban mi reacción. Les sonreí medio muerto, saqué mi cabeza por la ventanilla y, sin poder evitarlo, les llené de vómito. 

viernes, 6 de noviembre de 2015

COMO UN NIÑO

«Hola», le dije esbozando media sonrisa. Apareció de repente y se interpuso en mi camino mientras cruzaba la calzada para ir al otro lado. No la conocía. Era una chica muy guapa, de cabellos rizados, pelirroja y un palmo más alta que yo. Jadeaba. Le devolví el saludo por educación. Ella parecía conocerme. Se mantuvo quieta frente a mí, mirándome con la consideración que se le podía tener a un cachorro abandonado. Sin embargo, me echó una bronca que no comprendí, me estiró de la mano como a un niño desobediente y me susurró: volvamos a casa papá. 


Mención en el III Certamen de microrrelatos Realidad Ilusoria

martes, 3 de noviembre de 2015

ARTE INVISIBLE

   El Arte Invisible había llegado a los museos más importantes de nuestra geografía. Era una realidad artística que incentivaba la imaginación y no se cernía solamente en lo sensible a la hora de abordar experiencias estéticas.
  La veterana guía que se encargó en realizarnos la charla didáctica nos anunció entusiasmada que teníamos ante nosotros lo más parecido a un acto insuperable, sublime; y nos señaló el espacio vacío que había sobre el pedestal de madera situado en el centro de la sala. La obra en cuestión estaba custodiada bajo la atenta mirada de un vigilante, y adecuadamente acordonada para mantener la distancia de seguridad. La mayoría de los visitantes se sentían tentados en traspasar la línea con la mano para comprobar si realmente había algo encima.
   Ese día, me moví alrededor del supuesto elemento traslúcido, interesado por lo que podía acomodar aquella sencilla peana de contrachapado blanco. La observé desde arriba, desde abajo, al bies, de todos los puntos de vista posibles, y pensé que si un hueco transparente podía definir algo concreto, también podría encontrarse el haz de luz que marcara su contorno. Pensé que quizás debía adoptar una actitud más espiritual que corpórea ante aquella situación irracional.
     La guía nos soltó emocionada un proverbio árabe que sonaba a frase de azucarillo: «Si lo que vais a decir no es más bello que el silencio no lo digáis». Comparó su mensaje con la perfección y la belleza que debíamos percibir ante la aparente «nada» que seguía indicándonos. Me encogí de hombros y, con gesto displicente, me quité las gafas, di varios pasos alejándome del punto central y entorné los ojos para comprobar si desde una ubicación más alejada se veía lo esencial.
    De repente, algo cambió en aquel ambiente de expectación. Me rodeó un nimbo de luz amarilla y me sentí como flotando a un palmo del suelo. Mi visión sufrió una extraña alteración; advertía los lívidos grises de las sombras y pude contemplar como la sala se abocaba a la negrura de las tinieblas. De un fogonazo ahogado nació un gran ojo incandescente que fluctuaba sobre la enigmática plataforma, moldeándose en una forma concreta y reconocible en sí misma. Entonces, desde ese estado ultrasensorial en el que me hallaba, vi lo que debía ver. Y, puedo decir, no era de este mundo.   

lunes, 2 de noviembre de 2015

UN DÍA TRISTE

El Día de Todos los Santos me rompo las costillas de la manera más inesperada: inclinándome al dejar unas bonitas flores en la lápida de mí añorada esposa. Intento desengancharme de esa incomprensible e incómoda posición que me retuerce el costado y, ante el esfuerzo por destrabarme, solo consigo romperme aún más por dentro. El aroma de las rosas me hace estornudar y desencadena un dominó de crujidos devastadores, una oleada caliente que golpea mis vértebras, mis pulmones, mi respiración lejana; y siento como los huesos encorvados de mi frágil armazón se vuelven polvo apresuradamente y desabrigan mi desconsolado corazón.