jueves, 3 de septiembre de 2015

CUCURUCHO

Mientras mi mano izquierda se recogía en un puño entreabierto para que mi novio apoyara su barbilla sobre el hueco que se formaba, la derecha acariciaba su cogote para dirigir cariñosamente su cabezota hacia esa cavidad. Era un ridículo juego que siempre le hacía. Lo manejaba a mi antojo para simular un cucurucho humano, y le chupaba la calva y sus mejillas, como si se tratara de una bola de helado. Esta vez, verlo ahí apuntalado, con su carita de pánfilo sumiso, me dio tanta rabia que lo agarré fuerte del mentón y lo abofeteé hasta dejarlo como un tomate. 

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