miércoles, 20 de mayo de 2015

MALA COMUNICACIÓN



Cuando las lágrimas no le funcionan parpadea con avidez, impulsivamente, como el repiqueteo de un código morse. Desde fuera puede verse como un tic en sus ojos, pero no lo es. Se sitúa a mi lado –o frente a mí– y, sin una razón aparente, empieza a frotárselos hasta que enrojecen. No le ha entrado ningún cuerpo extraño: ni arenilla, ni un minúsculo insecto, ni esas partículas vegetales que transporta el aire y tan molestas son cuando invaden nuestra cornea. Eso sería algo razonable para atenderla. Pero ella, sin más, se los irrita con descaro, sin decirme que le pasa.

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