viernes, 3 de abril de 2015

EL ABUELO



Sabía que el abuelo estaría desafinado por falta de uso. Lo tenía guardado en el trastero, dentro de la funda del contrabajo. Después de tanto tiempo me apetecía tocarlo. Estaba recogido, en posición fetal y vestido con su uniforme de batalla: pijama, pantuflas y batín. Era evidente que debía ponerlo a punto, así que lo saqué con cuidado para templarlo. Tensé sus brazos y piernas, le hice el abrazo del oso para que todo se recolocara en su sitio y acabé ajustándolo con suaves movimientos cervicales. Enseguida abrió los ojos y exhaló un prolongado bostezo perfectamente afinado, como solía hacerlo.

1 comentario: