viernes, 6 de marzo de 2015

RABIETAS



Seguía atrapado allí dentro porque tuvo la genial idea de usar el pestillo interior de la puerta del armario. No quería que le incordiáramos como otras veces. La mala fortuna hizo que no pudiera abrirla cuando quiso; se quedó obstruida. Oíamos como la forcejeaba insistentemente sin éxito, pero no osamos molestarle. Cuando se enfurruñaba dejaba de hablarnos, nos ignoraba y se encerraba en ese mínimo espacio durante días. Allí pasó las dos últimas semanas; sin mover ficha. Hasta que una mañana soleada se me reblandeció el corazón y la tiré abajo. Y sí, lo encontré demacrado, jadeando, hecho un ovillo.

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