martes, 24 de febrero de 2015

PEREZA



Un joven estudiante universitario programó la alarma del despertador para que sonara cada cinco minutos, aunque cada vez la silenciaba con un toque de su mano. Así estuvo más de una hora. Hizo intentos por reaccionar al insistente aviso, pero fue en vano. Su desvaído cuerpo no conseguía desperezarse, tenía mucho sueño. Y cuando quiso reaccionar ya era demasiado tarde, esa pereza propia de los holgazanes acabó con él. Se fue hundiendo poco a poco hasta ahogarse en el interior del colchón de muelles, y sus inocentes compañeros de piso todavía creen que desapareció en la biblioteca de la facultad.

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